Es miércoles en la noche. Son
exactamente las 10:00 pm y no se ve ni un alma en las calles de Bogotá.
Los habitantes están guardados en
sus casas, la ciudad está apagada. Llegué a un lugar por el que paso todos los
días, sin embargo, desconozco qué se encuentra en ese espacio.
Estoy en la carrera 15 con calle
88 y, sin pensarlo dos veces, decido entrar a este mundo clandestino llamado Cavú.
Música de plancha y varios
hombres que toman los pedidos semidesnudos, se llevan todas las miradas de los
que estamos allí. Dentro de poco aparecerá “La Lupe”.
El ambiente se vuelve cada vez
más confuso, ya que empiezan a entrar, en su mayoría, hombres a esta casa de
dos pisos; hombres solitarios en búsqueda de alguna aventura que de pronto la
noche les obsequiará, grupos de ejecutivos bien vestidos que poseen un aire de
éxito, señores mayores que se desinhiben porque están en el lugar en donde solo
“ellos” pueden hacer lo que quieran con personas de su mismo sexo.
También se observan machos que
llegan en grupos para sentirse seguros, y algunas mujeres, tan pocas que pasan
desapercibidas. Roces secretos, miradas coquetas y parejas bailando salsa y
merengue “apretaditos”, son algunas de las cosas que le dan un toque especial a
este lugar. Esta noche es una noche en donde se perciben colores, sabores y
olores de todo tipo; estoy en una rumba gay aunque pensé, que venía a un “stand up comedy”.
Alfonso Llano tiene 45 años pero
se siente de 20. Es un administrador de empresas que posee su propia peluquería
en Chapinero, la cual se llama igual que él. Y “La Lupe” la promociona en su
página web. Es en ese lugar donde todos los miércoles empieza la preparación
para una gran noche, su noche, o mejor dicho, la noche de la mujer fatal que él
lleva por dentro.
Allí comienza su transformación:
base, pestañas largas y un perfecto maquillaje resaltan sus pequeños ojos y su
boca. Con abundante pelo al estilo de la cantante de jazz Amy
Winehouse, gracias a extensiones que se ha puesto, su cara adquiere otra
faceta, que lo hace ver femenino.
Guardado en una bolsa se
encuentra el vestido para esta noche. Hoy es negro con lentejuelas en la parte
superior, un moño a la cintura y voladitos en la falda corta. Pero como todo
vestido, este tiene que estar acompañado por unos altos zapatos del mismo color
de su traje, medias veladas que resaltan sus delgadas piernas, y aretes,
pulseras, collares y una balaca con una flor muy grande de color rojo, para
impactar y llevarse todas las miradas del ansioso público.
Sin embargo, esta no es la única
pinta de la noche: “La Lupe” sale varias veces a hacer su show, y para cada
aparición tiene una vestimenta diferente, acompañada de sus respectivos
accesorios.
Travestis, transformistas, gays, transexuales, Drag Queens, todo se vale.
Esta noche no es solo una noche de rumba gay, sino también la oportunidad para
ver a un hombre que disfruta los vestidos escotados, llenos de lentejuelas y
accesorios de mujer.
Alfonso encontró la femineidad
confinada en su cuerpo masculino, el cual se aventura a transformar. Alfonso es
“La Lupe”, un personaje que exagera los rasgos femeninos en un único e
inolvidable espectáculo nocturno…
Cual diva sale muy puntual a la
media noche, cruza la puerta como toda una diosa y se dispone a saludar a las
personas que se encuentran en el lugar, aunque sí de hombres se trata, con más
afecto y gusto lo hace. Entre besos, abrazos, pequeñas charlas y algunos
flashes de las cámaras de fans enamorados, “La Lupe” sube a la tarima, e inicia
su espectáculo nocturno. “Hola, señores, señoras, amigos, amigas, re
papacitos, re mamacitas”… y abre su noche burlándose un poco de cosas
cotidianas y diciendo frases cómicas que definen su carácter tan desabrochado
de camionero: “la suerte de las feas a las bonitas nos importa un culo”.
Después de risas y aplausos empieza a cantar a todo pulmón, cual Paulina Rubio “Mío,
ese hombre es mío” señalando a un hombre que se encuentra dentro del
público.
Su cuerpo es el de un macho,
brusco, tosco, con pocas curvas y su cara no deja de mostrar su masculinidad;
pero en el momento en que sube a esa pequeña tarima, a todos se nos olvida que
nació con un pene y no con una vagina.
Como en el cuento de la Cenicienta, al
que ella pertenece cada miércoles, a medida que va avanzando la noche, va
terminando su sueño y su fantasía, para enfrentarse nuevamente a su
transformismo, es decir, a su actividad laboral cotidiana como estilista, como
hombre, como Alfonso, dejando atrás a “La Lupe”.
Su salón de belleza siempre
permanece lleno de clientes, sobre todo los jueves que llega tarde, porque
necesita descansar de su jornada nocturna, que lo dejó exhausto por su función.
Por lo cual, pedirle una cita es peor que hacer fila para comprar una boleta de
un concierto de Madonna.
Lo llamo, lo busco, intento contactarlo de todas las formas posibles y está tan
ocupado, que nunca tiene tiempo para mí. Me frustro, me pone de mal genio que
sus ínfulas de Diva no me dejen continuar con el trabajo y que me toque bajar
la cabeza para conseguir lo que deseo: que Alfonso hable conmigo…
Él sabe que tiene algo particular
y por eso la gente lo busca. Todos quieren peinarse, maquillarse y aprovechar
ese tiempo para conocerlo. Él es un hombre especial y diferente el cual le da
vida cada miércoles, como si se tratase de una marioneta de trapo guardada, a
“La Lupe” desde hace más de 15 años.
Lo llamo, lo sigo llamando, me
dice que está muy ocupado, que no puede atenderme porque tiene muchas cosas que
hacer, pero después de tanta insistencia por fin saca un tiempo para mí. Aunque
tengo menos de 10 minutos para hacerle todas las preguntas que preparé,
entonces, es hora de usar los sentidos para poder conocerlo un poco más, sin
entrar en muchos detalles de su vida.
Sin maquillaje se ve diferente.
Jamás alguien relacionaría a “La Lupe” con Alfonso, sobre todo, porque cuando
se quita los tacones, su pequeña estatura lo delata. Uno pensaría que es un
indígena por los rasgos que posee y por su color de piel que es entre amarilla
y canela. Su cara está completamente depilada para que el maquillaje le quede
perfecto y disimule los rasgos masculinos que tiene por naturaleza y esas
pequeñas arrugas que la vida le ha regalado.
Tiene un pelo largo de color
negro, que se lo agarra para poder trabajar sin que este le estorbe. Unos ojos
pequeños y achinados de color café que no resaltan como los de la despampanante
Lupe, por todo el maquillaje que usa. Su nariz es puntiaguda y sus labios
gruesos. Alfonso es un hombre afeminado en su forma de hablar y de moverse. Es
seco, introvertido, serio, antipático y desconfiado.
Con un delantal especial que trae
puesto para no dañar su ropa, ese ibaguereño muestra su mejor herramienta: el
secador. Aunque no desea peinarme, sino hacerme entender que por medio del
humor, del canto y el baile, él busca explicarle y transmitirle a la gente, qué
significa ser transformista. Y a pesar que trabaja en un bar gay, él sabe que
hay gente que no lo es; por lo cual, él muestra a través de su espectáculo “que
la gente gay es súper tranquila, que tiene su onda y que respetan a los que no
lo son”.
Alfonso es todo lo opuesto a “La
Lupe”, ya que ella, con lo reina que se cree, es cálida con su público,
extrovertida, explosiva y con un picante que la hace única, porque además es
dada a la gente y le gusta llevarse los aplausos y las sonrisas de los que la
ven. Pero como ella dice: “bonita, bonita no soy, pero la hijueputa impacta”…
No sería descabellado relacionar
a “La Lupe” y Alfonso con “el extraño caso del Dr.
Jekyll y Mr. Hyde”, novela inglesa conocida por ser una representación
vívida de la psicopatología correspondiente a un desdoblamiento de
personalidad. Puede que Alfonso dentro de un cuerpo masculino no se sienta
feliz con lo que es, y busque a “La Lupe” para desahogarse y representar todo
lo contrario a lo que por “naturaleza” le tocó ser.
De esta forma, es posible
encontrar el encanto de ambos personajes con dos personalidades completamente
heterogéneas. Alfonso creó una forma de “transformarse así mismo” con la Lupe,
una persona que encarna su parte femenina y que grita desesperadamente dentro
de su cuerpo, que le gusta ser y sentirse mujer. Sin embargo, él disfruta de un
estado intermedio ya que el cambio, es lo que a él lo define.
La única duda que nos queda es
¿con cuál realidad le gustaría quedarse a Alfonso? Aunque bien podríamos asumir
que él está cómodo manejando sus cosas así, ya que Alfonso lo mantiene y “La
Lupe” lo entretiene.
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