Sobrevivir a los malos acompañantes de viaje




Cuando se va a conocer una ciudad, uno se convierte en un turista más y como tal, no faltan las cámaras y una pinta adecuada para estar cómodos, que no siempre ayuda a verse lo más chic. El mapa en la mano es indispensable y siempre estará acompañado de esa cara de perdido, que de vez en cuando sale a relucir. 

Cada cosa que se conoce nos deslumbra. Todo parece perfecto; la compañía, el paisaje, la comida, hasta el cuarto del hotel que con meterle solo la mini maleta uno queda apichurrado. Pero qué pasa cuando en la mitad del paseo; de ese goce increíble que nos remite a cuando éramos niños, ¿aparecen unos acompañantes que terminan dañándonos el viaje, justo cuando uno más cómodo se siente y en el momento en que uno  menos puede deshacerse de ellos?

Los buses, aviones, tures y barcos, son algunos de los medios que usamos para transportarnos de un lugar a otro cuando estamos conociendo, y en ellos pasamos varias horas seguidas antes de llegar a nuestro destino final y durante ese tiempo, cuando uno solo desea arribar, espera que los turistas que están en las mismas condiciones que uno, tengan en cuenta que están rodeados por “desconocidos”, y como tal, deben saber comportarse.
Las personas que viajan están acostumbradas a dormir durante los recorridos, es una de las estrategias que se consideran cuando uno tiene viajes largos, pero suele pasar que cuando los ojos se cierran por las tres dramaminas que uno se tomó, empiezan los compañeros de atrás, del lado o de adelante, a hacer de las suyas...
En el bus:
Hoy en día se ha vuelto tan indispensable el celular, que pasa a ser una compañía hay veces innecesaria y de la cual se abusa. Uno puede recordar todavía, como en tiempos pasados la gente sobrevivía sin este aparato. Pero sin poder hacerlo ahora, la gente lograba llegar a una cita y hasta comunicarse si se retrasaba de alguna forma. Pero en estos días, el celular se usa para todo. Y !oh D-os!, si la persona con la que te tocó sentarte en el camino, está sola y necesita un poco de compañía. No basta que solo saque su teléfono y de una mirada a su lista de contactos, para que empiece a hablar y hablar sin parar todo el recorrido e irrite a los pasajeros “que tratan de dormir”, para pasar el tiempo. 
Desde ese momento, el viaje se convierte en un infierno a menos que las dramaminas, (esas que se usan para no marearse) hayan hecho su efecto. Y cada segundo que pasa, entre más palabras se oyen, a uno más se le viene esa imagen en donde uno desea ahorcalos como Homero Simpson ahorca a su hijo Bart. Eso sí, no me quiero ni imaginar cuando en los aviones se permita el uso de los celulares durante todo el recorrido.
La otra parte que puede llegar a irritar a alguien; es que justo al lado del puesto de uno, ese acompañante con el que toca compartir por horas; esté desaseado y su olor sea peor que el de un baño sin juagar o de  una cebolla, los cuales salen a relucir cada vez que esa persona se mueve. Sin embargo, puede ser positivo tenerlo al lado, porque su olor puede inducir al sueño obligado, ya que es tan fuerte su aroma, que uno queda inmediatamente noqueado.
En los Aviones:
Muchas de las situaciones que logran sacar de sus casillas a cualquiera, radican algunas veces en los hermosos y tiernos niños. Que apenas despega el avión; se convierten en pequeños demonios que junto con los gritos y llantos de estas bellas criaturas, terminan de arreglarle el viaje a cualquiera. Y si uno está de suerte, el chino más hiperactivo e inquieto, se sentará atrás de uno y no parará de patear la silla todo el vuelo.
Tour:
Para ubicarse en una ciudad grande cuando uno no conoce, lo más común es montarse en un tour de esos que se hacen en buses de dos pisos, en el que los guías no dicen mucho, sino que les gusta más la atención que logran con sus 5 minutos de fama por medio del micrófono. De igual forma, uno está atento a las explicaciones que intentan dar, por si en algún momento dicen algo que valga la pena. Preo es justo es en ese momento, cuando se empiezan a oír los gritos del señor de atrás, que con el mayor esfuerzo le traduce a su esposa todo lo que el guía dice. Y uno sin poderse mover a otra silla, porque todas están ocupadas, hechamos esas miradas matadoras insinuando nuestro disgusto y mandandoles un mensaje directo de: “Señor, ¡por favor!, estamos tratando de entender, no necesitamos su traducción simultánea que además apesta. Más bien, guarde la platica y meta a su esposa en un curso de ingles”. No obstante, aparte de no dejar escuchar; su voz, sus gritos, su forma ordinaria de expresarse, irrita no solo a los de al frente, sino hasta el pobre guía al que le están opacando su show.
Pero como dice el dicho, el que no quiere caldo se le dan dos tazas. Es mejor que si usted es una persona que se irrita con facilidad, aparte de llenarse de paciencia, y respirar 3 veces antes de salir de sus casillas; compre tambíen unos buenos tapones que le permitan olvidarse, que al lado suyo está una persona que no merece que le dañe su paseo.
Atentamente
Refunfuñis


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